miércoles, 25 de julio de 2012

Prisas (10)


Lo que faltaba, su móvil se había quedado sin batería y no se había enterado de lo que le había dicho la señorita del hospital. ¿Qué le habría pasado a Anita? Debía de ser grave para ingresarla a esas horas de la noche y en el Hospital Sur. Enrique quedó unos instantes absorto en el sonido y parpadeo de las luces de emergencia de su coche. Hasta que de pronto algo le sacó de su estado de letargo. Una sombra cerca del coche parecía moverse. Se asustó… un poco más. Empuñó su pistola y bajo del coche.

-¿Quién anda ahí?- pregunto a voz en grito.

Inmediatamente se sintió como un estúpido al hacer esa pregunta.  Estaba claro que no debía esperar respuesta alguna, así que dio unos tímidos pasos hacia la sombra que se encontraba en el arcén, mientras la apuntaba con su temblorosa arma. Todavía pudo dar un par de pasos más hacia su objetivo antes de que este saliese volando y ululando. Una lechuza le dio el enésimo sobresalto de aquella maldita noche. Una noche en la que parecía que los elementos estaban en su contra. Nada ocurría por casualidad, eso lo sabía y en estos momentos le atemorizaba. No quería ni pensar que algo malo le había hecho alguien a su ex. La verdad es que ella ya no le importaba mucho pero lo que si que le importaba era que le pudieran agredir también a él. Y en el asunto en el que andaban metidos podían esperar cualquier accidente inesperado si las cosas no funcionaban como sus clientes deseaban. Y la verdad es que las cosas no estaban saliendo demasiado bien. De momento ya era la hora en la que debía estar en el pueblo cumpliendo su encargo. Y su encargo seguía en el maletero.

Menos mal que esta vez el sobresalto le pillo con el arma perfectamente aferrada en sus manos y lo único que lanzó fue un grito a la oscuridad de la noche. Un grito aterrado y aterrador a la vez. La lechuza desapareció y dejo en su lugar algo que realmente Enrique necesitaba…

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