Lo que
faltaba, su móvil se
había quedado sin batería y no se había enterado de lo que le había dicho la
señorita del hospital. ¿Qué le habría pasado a Anita? Debía de ser grave para
ingresarla a esas horas de la noche y en el Hospital Sur. Enrique quedó unos
instantes absorto en el sonido y parpadeo de las luces de emergencia de su
coche. Hasta que de pronto algo le sacó de su estado de letargo. Una sombra
cerca del coche parecía moverse. Se asustó… un poco más. Empuñó su pistola y
bajo del coche.
-¿Quién anda
ahí?- pregunto a voz en grito.
Inmediatamente
se sintió como un estúpido al hacer esa pregunta. Estaba claro que no debía esperar respuesta
alguna, así que dio unos tímidos pasos hacia la sombra que se encontraba en el
arcén, mientras la apuntaba con su temblorosa arma. Todavía pudo dar un par de
pasos más hacia su objetivo antes de que este saliese volando y ululando. Una
lechuza le dio el enésimo sobresalto de aquella maldita noche. Una noche en la
que parecía que los elementos estaban en su contra. Nada ocurría por
casualidad, eso lo sabía y en estos momentos le atemorizaba. No quería ni
pensar que algo malo le había hecho alguien
a su ex. La verdad es que ella ya no le importaba mucho pero lo que si que le
importaba era que le pudieran agredir también a él. Y en el asunto en el que
andaban metidos podían esperar cualquier accidente
inesperado si las cosas no funcionaban como sus clientes deseaban. Y la verdad
es que las cosas no estaban saliendo demasiado bien. De momento ya era la hora
en la que debía estar en el pueblo cumpliendo su encargo. Y su encargo seguía en
el maletero.
Menos mal que
esta vez el sobresalto le pillo con el arma perfectamente aferrada en sus manos
y lo único que lanzó fue un grito a la oscuridad de la noche. Un grito aterrado
y aterrador a la vez. La lechuza desapareció y dejo en su lugar algo que
realmente Enrique necesitaba…
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