Pero la mujer
ya no estaba. En su lugar una sábana blanca con una gran mancha de sangre se
encontraba retorcida, reptando en dirección a un rastro de fluido rojo que se
adentraba en el bosque que llegaba a la misma orilla de la carretera. Ahora si
se sintió presa del pánico, de la confusión más absoluta. Pero... un momento.
La buena noticia era que la mujer no estaba muerta. La mala que la mujer se
había ido... desnuda. Bueno, lo de desnuda seguro que era buena noticia, en
algún momento lo sería..
Los ladridos
de la puñetera perra lo sacaron de su ensimismamiento de manera que el
sobresalto le hizo lanzar la linterna… lejos, muy lejos y se apagó. Ya solo las
luces de emergencia lo iluminaban todo intermitentemente.
Una vez más no
sabía que hacer. Él, el hombre perfecto que tenía solución para todo, el
Mcguiber de la familia, el Superman de la casa se sentía abrumado. Todo su
mundo se venía abajo, los acontecimientos de las últimas semanas se agolparon
en el interior de su cabeza. Su mente corría sin control, sin orden.
Se sujetó la
cabeza con toda la fuerza de la que fue capaz, con las dos manos y empezó a
gritar. Un grito desgarrador que cruzó la oscuridad de la noche, la frondosidad
del bosque, la soledad de la carretera. Ya pasó. Ya sentía la situación bajo
control otra vez. En un minuto escaso recogió todos los paquetes y los fue
lanzando al maletero, donde siempre debían haber estado. Se acercó al transportín y con una firmeza sorprendente lo
abrió para comprobar el estado de la perra de su mujer,,, la perrita de su
exmujer. Casi no le sorprendió lo que
encontró allí.
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