Su Glock 19 había caído de la
guantera, siempre se encontraba allí. Debió de ser cuando buscaba la linterna.
Y ahora estaba en el suelo, bajo el asiento. La cogió y al sentir el frio metal
de su pistola en la mano recordó quien era, lo que estaba haciendo allí. No
podía permitir que un imprevisto alterara sus planes. Al diablo con la perrita.
Al diablo con su mujer, ¿Qué iba a hacer, matarlo por lo ocurrido?, si tal vez
lo matara, la puñetera perrita era muy importante para ella… ¿o quizás no
tanto?
El sonido del móvil
que provenía del asiento trasero lo sobresaltó y lo sacó de sus pensamientos.
La luz parpadeante del aparato le ayudó a localizarlo y ver en la pantalla que era
su exmujer… se enrolló un kleenex en la mano sangrante y con la otra alcanzó el
teléfono.
El miedo le
hacía temblar. ¿Cómo le iba a explicar lo sucedido?, seguro que no se lo
perdonaría. Temía que saltara el contestador automático por lo que se decidió a
pulsar el botón verde.
-Oiga, oiga…¿es
usted el marido de Anita?, ¿de Anita Spencer?
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