Acompañado de un golpe sordo
llegó la oscuridad absoluta. Al emerger de la que creía era la ultima curva
todo se precipitó. Algo había golpeado el frontal del coche produciendo la
rotura de los faros y privándole de la imprescindible luz. Consiguió, a duras
penas, controlar el utilitario mientras unos sonidos seguían a otros, cada uno
portador de malas noticias. Algo se estrelló contra la luna delantera, sonando
como pequeños impactos que la cruzaban de lado a lado. Al tiempo que logró
parar por completo el coche, un golpe seco seguido por una cascada de pequeños
sonidos se escucho en la parte posterior del coche. Encendió las luces de
emergencia que parpadeaban en la negrura de la noche y se quedó paralizado unos
segundos.
No se atrevía
a enfrentarse al mundo exterior. Rebuscó en la guantera hasta que encontró la
linterna que luchaba por esconderse entre la infinidad de objetos absurdos y
abandonados a su suerte que moraban allí y haciendo un tremendo esfuerzo,
accionó el mecanismo y abrió la puerta. No sabía por donde empezar. Alumbró el
parabrisas para descubrir que el sonido que lo cruzó hacía escasos minutos era
sangre, roja, brillante bajo el haz de luz que arrojaba la linterna. Se temía
lo peor, tembloroso dio unos pasos más encaminándose al desastre. Frente al
utilitario yacía en el suelo lo que le pareció un cuerpo de mujer. Se frotó los
ojos y volvió a mirar. Una fina tela de color claro envolvía apenas el cuerpo
desnudo de una mujer. Se le cortó la respiración, su sangre se heló en las
venas. El pánico empezó a hacer acto de presencia y casi a la carrera fue a la
parte trasera del coche para descubrir lo que ya se temía. Debido al incidente
y la brusquedad del frenado se había abierto el portón trasero y la carga que
transportaba estaba esparcida alrededor. Infinidad de cajitas de todos los
tamaños, paquetes envueltos cuidadosamente con celofán otros con papel de
periódico atados con una fina cuerda. Todos parpadeaban intermitentemente bajo
los destellos de las luces de avería.
Era evidente
que su entrega iba a sufrir un ligero retraso. Apartó un pequeño paquete de sus
pies y se sentó sobre otro de mayor tamaño. No se fijó en que la sangre
empezaba a brotar de la base de la caja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario