Comenzó a
temblar. Todo daba vueltas a su alrededor, y si hubiera algo de luz para que se
fijara en el paisaje, este le habría provocado un serio mareo. ¿Cómo había
ocurrido todo? No alcanzaba a montar en su mente la secuencia de
acontecimientos.
Había tomado
una curva (LA curva) demasiado deprisa y había estado a punto de salirse de la
carretera. Luego había reducido velocidad y… No tenía que haber pasado nada,
pero pasó. Algo se le tiró encima, o chocó con algo o…
¡La mujer! El
cuerpo de la mujer estaba frente al coche.
La había
atropellado, eso era seguro. Pero no… El golpe había sido antes. O quizás no…
¡La cabeza, la
maldita cabeza! No atinaba a pensar con claridad, y se levantó de golpe.
La caja donde
estaba sentado se movió ligeramente, y un débil gemido surgió de su interior,
desconcertándolo.
¡La perra! La
perra de su ex… La jodida perra su ex…
Bajo el
transportín, pues eso era, y no una caja, había abundante sangre. Y manaba más.
La jodida perra se había herido y estaba desangrándose
ysumujeribaamatarloporeso, solo que
yanoerasumujersinosuexylascosasyaestabanbastantejodidas…
Respiró hondo
e intento tranquilizarse.
Calma. La
perra… La perra no. La mujer.
Intentó
concentrarse, dejar que los nervios se hundieran en lo más profundo de su
cabeza, esa que parecía a punto de explotar, y volvió a respirar.
Cogió la
linterna y se dirigió hacia la parte delantera del vehículo siniestrado,
buscando con el haz de luz el cuerpo de la mujer que había entrevisto minutos
antes.
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